Hace algunos días saltaba a las pantallas la noticia: el carismático congresista republicano Henry Meyer padece el síndrome de Samantha, y mantiene una relación sentimental con su asistente virtual. Una filtración publicó en los portales políticos más influyentes del país las cartas de amor de Meyer hacia la inteligencia artificial que desde hace cuatro años le ayuda en sus actividades profesionales, un software desarrollado por la compañía Cherry especialmente para él y que responde al nombre de Liza.

No es la primera vez que se destapa la adicción sentimental de una celebridad a un programa informático. El año pasado, el actor Sean Allen reconoció públicamente estar sometido a tratamiento para curarse de su dependencia respecto a la actriz virtual Christina O’Hara, con la que había rodado tres películas seguidas. La familia del actor llegó a exigir a los estudios que se destruyese definitivamente el software que da vida a Christina en las pantallas, algo a lo que la productora se negó categóricamente.

Según datos de la OMS, en la actualidad podría haber unos quince millones de personas en el mundo aquejadas del síndrome de Samantha (enamoramiento de una inteligencia artificial), y se estima que el número de casos se ha triplicado en los últimos dos años. La incidencia de este trastorno es superior entre las mujeres que entre los hombres, pese a que los casos más mediáticos han afectado a personas del sexo masculino.

El congresista Meyer presentó ayer tarde su dimisión después de reconocer públicamente su enfermedad y de pedir perdón a los votantes y a su familia por todo el daño que esta situación haya podido causarles. Meyer está casado con la periodista Claire Moore y es padre de dos hijos.