En estos tiempos en los que muchos se preguntan si nuestras economías se han vuelto demasiado dependientes de las grandes franquicias multinacionales, el espectáculo ofrecido ayer en el partido de fútbol entre los primeros equipos de Kine y Odid da mucho que pensar. Más allá de la rivalidad deportiva entre las firmas patrocinadoras de ambos equipos, Kine y Odid representan todo lo que la nueva economía les debe a las marcas de primera fila. Ambas empresas han comercializado en el último lustro productos revolucionarios llamados a convertirse en clásicos tecnológicos. Desde los implantes cerebrales Saciaplus de Odid hasta la ropa de fibra microestimulante de Kine, la oferta de ambas marcas en lo que a salud y deporte se refiere no deja de asombrarnos cada año con sus innovadoras propuestas.
Sin embargo, Kine y Odid son mucho más que dos máquinas de vender productos novedosos. Son, sobre todo, un ejemplo para millones de personas que se identifican con sus respectivas filosofías de vida y de trabajo, incluso con su estética. Cada una de estas compañías brinda a sus clientes un ecosistema completo en el que enmarcar su vida, y aunque ambos ecosistemas son muy diferentes entre sí, tienen algo en común: su capacidad para englobar la existencia entera de los consumidores, transformándose en el eje de sus aspiraciones.
No tendría sentido tratar de llegar aquí a una valoración sobre lo que este hecho representa para cada consumidor individual. Pero desde el punto de vista de la economía global, la senda emprendida por estas dos importantes franquicias deportivas merece, sin duda, todo el respeto y la admiración posibles. Ambas compañías han sabido integrar a los consumidores en su modelo de negocio mediante medidas como la de repartir beneficios anuales entre los clientes más fieles a la firma o integrar a sus fans en la fuerza laboral de la empresa. Al fin y al cabo, ¿qué mejor criterio para seleccionar el personal de la compañía que el de elegir tan solo a aquellos que creen ciegamente en ella?
Las cifras dan la razón a quienes decidieron apostar, hace ya más de una década, por este modelo empesarial. Los beneficios de Kine se han incrementado este año en un 23%, y los de Odid un 31%. A la luz de estos datos, el partido de ayer se revela como algo más que un evento deportivo. Fue, sin duda, una magnífica acción publicitaria para seguir captando clientes que más tarde se convertirán en trabajadores o accionistas de cada una de las dos firmas.
Como señalaba no hace mucho el premio Nobel de Economía Seol Park, la estrategia comercial de estas empresas y otras que han seguido su senda en el campo del gran consumo está detrás de la recuperación económica, después de la desastrosa crisis de la década pasada. Solo nos queda esperar que los gobiernos y la ONU sean capaces de adaptarse a los nuevos tiempos promulgando leyes y normativas que, en lugar de entorpecer el desarrollo económico, lo favorezcan, contribuyendo a consolidar el buen momento económico que empezamos a vivir.