El disparo de una bengala durante un encuentro amistoso en Pekín reaviva la polémica 

Eran las ocho y siete minutos de la tarde, y faltaba menos de un minuto para que el árbitro pitase el final de la primera parte del encuentro. Se enfrentaban el Odid Stars con el Red Dragon de Pekín en el mítico Estadio Rojo de la capital china, y el partido estaba resultando aburrido para los más de cien mil seguidores concentrados en sus gradas, ya que ninguno de los dos equipos había creado peligro y el marcador seguía a cero. Fue entonces cuando se escuchó una violenta explosión en el frente sur, seguida de un resplandor rojo que atravesó las gradas en diagonal. Instantes después, los chillidos desgarrados de un niño sembraban la alarma… La bengala había impactado sobre un menor que asistía al encuentro con su madre.

No es la primera vez que ocurre, pero la gravedad del incidente registrado el pasado domingo en el Estadio Rojo de Pekín ha disparado todas las alarmas. La Federación Internacional de Fútbol ha prometido una investigación profunda de lo sucedido que culminará con las sanciones que se estimen oportunas para el equipo de Ophuls, por desatender una vez más los requisitos de televigilancia establecidos para los partidos de alto riesgo. En esta ocasión, ni los robots de registro de los accesos a las gradas ni los escáneres de las entradas al estadio detectaron la bengala que portaba un socio local de Odid. El herido, un niño de nueve años cuya identidad no se ha hecho pública, sufrió quemaduras de segundo grado en el veinte por ciento de su cuerpo y permanece ingresado en una unidad de vigilancia intensiva, aunque, según el último parte médico hecho público por la Federación, evoluciona favorablemente. Una vez más, el incidente ha servido para resucitar la polémica en torno a la presencia de menores en los estadios.